El Cloro Cl, en sus formas comerciales de lejías o hipocloritos concentrados, es aún un importante oxidante en las funciones de blanqueo y desinfección en los procesos de las lavanderías industriales. Si bien en grandes instalaciones, ha ido siendo sustituido paulatinamente por el Oxigeno O2, y más recientemente por el Ozono O3, en lavanderías de tamaño medio, todavía conserva su relevancia, debido principalmente a su eficacia y al coste de su empleo, sensiblemente más bajo que las otras alternativas.
Su uso en instalaciones de tipo medio, todavía esta muy extendido, y requiere de una serie de medidas y controles para optimizar la calidad de los resultados del lavado, principalmente la total eliminación del tejido en el último aclarado.
La presencia de restos de cloro en los fibras después del último aclarado, acorta notablemente la vida de los tejidos, principalmente cuando estos se somenten a un proceso de secado o de calandrado como por ejemplo las toallas, sabanas o lencería de mesa.
Estos textiles generalmente tienen un alto porcentaje de algodón en su composición, hasta un 100% en sabanas y toallas, y en mezclas con poliester de un 50% en mantelería y ropa laboral.
El cloro no eliminado de las prendas, en el momento de sufrir un cambio drástico de temperatura en procesos de secado o de planchado se transforma en ácido clorhídrico, el cual es nefasto para las fibras celulósicas como el algodón, produciendo calvas o faltas de algodón en las toallas o mantelerias, que irremediablemente se van quedando en los filtros de las secadoras y en las calandras. Una pieza bien tratada, puede tener una vida según su calidad de entre 120 y 150 lavados. En presencia de cloro, su vida útil no sobrepasa escasamente los 100 lavados. Esto supone un alto coste en el caso de amortizar stocks en renting, o una fuente de problemas si se trata de prenda de cliente.
