Es muy común entre nosotros coger todo aquello que nos entra por la puerta de la tintoreria venga como venga: dentro de una bolsa, plegado, mojado, viejo, o ya estropeado por otros.
Tenemos la costumbre de querer convertir el problema de la prenda que nos trae el cliente en un reto. Debe de ser un tema de autoestima y necesaria reafirmación de que valemos para esto.
Nos decimos con orgullo ¡yo si que voy a resolverlo! soy bueno en mi oficio y voy a quedar fantasticamente con este cliente.
Posiblemente es la primera vez que ha entrado este cliente en nuestra tintorería, tal vez ya ha pasado por otras cuatro antes de cruzar la puerta de la nuestra, vamos que nos hemos convertido en su ultima esperanza y aún así tenemos la convicción de que arreglandole el problema habremos ganado un cliente.