En busca del disolvente perfecto. 1ª parte

Un poco de Historia.
Durante siglos, el principal elemento empleado para el lavado de las vestimentas ha sido el agua. No es hasta finales del siglo XIX cuando se descubre el lavado químico mediante el empleo de disolventes derivados del petróleo. Éste aportaba ciertas ventajas sobre el lavado en agua, no encogía las prendas y respetaba los colores. Pronto este sistema se popularizaría por todo el mundo.  A principios del siglo XX aparecen las primeras máquinas específicas para lavar con bencinas,  lo que podríamos calificar como el inicio del lavado en seco tal como hoy lo entendemos. El "White Spirit" se convierte en el disolvente más popular. Pero pronto se empieza a padecer su gran incoveniente.  Al ser un derivado del petróleo, es inflamable y las explosiones en talleres de tintorería desaconsejan su uso. 

Empieza en este momento la carrera en busca del disolvente perfecto.
El primer candidato a ocupar su puesto fué el Tricloroetileno, un disolvente organoclorado no inflamable. 

 

A pesar de su facilidad de trabajo, debido a su excesiva agresividad con las prendas y su volatilidad, pronto será relevado por un compuesto de su misma familia pero mucho más estable y amigable con las fibras, el Percloroetileno.
A pesar de que el Per fué descubierto en 1831 por el físico y químico inglés Mikael Farady, no es hasta la década de los años 40 del siglo XX cuando se generaliza su uso en las tintorerías de EEUU con la aparición de las primeras máquinas de proceso automático similares a las que hoy conocemos. La misma máquina, lava, centrifuga y seca en un proceso más o menos automático. En España su generalización no se produce hasta mediados de los años 50, conviviendo hasta entonces instalaciones con White, Tri y Percloretileno.
A partir de este momento el ascenso del uso del Per en tintorería, parece imparable, empleandose en la casi totalidad de las instalaciones, hasta nuestros días, en lo que podríamos denominar como el disolvente rey, pero no como el disolvente perfecto.  La evolución de la moda y la incorporación en las prendas de nuevos materiales sintéticos pondrán en evidencia las flaquezas del Per.  El Per ataca muchos componentes plásticos y arrastra los tintes. Empieza la carrera por buscarle un sustituto.
La industria presenta al aspirante a mediados de los años 60, el Fluorocarbono, conocido popularmente por la principal marca fabricante, Valclene. El Valclene pone en jaque mate al disolvente rey, mucho más suave que este, permite el lavado de pieles y los costes energéticos de trabajo son mucho menores que los del Per.  Su punto álgido lo alcanza cuando en 1971 la NASA lo elige como el disolvente para el lavado y tratamiento de los trajes espaciales. Fué tal su popularidad que pronto empezaron a aparecer por todo el mundo establecimientos de tintorería que se denominaban "Valclenerías".  Esto supuso un fuerte rebulsivo para el sector fabricante de máquinas y parecía que esta vez sí que nos encontrabamos ante el disolvente perfecto.
Pero como veremos, tubo una vida muy corta.

 

 

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