Congresos TintoreríaActualidadDepart. TécnicoTintorería y GestiónTintorería & InternetEl Taller

La Revolución Química: Los colorantes artificiales

Los inmortales descubrimientos de Lavoisier, que crearon la química moderna, permitieron encontrar las verdaderas explicaciones de los fenómenos de la tintura.

El primer colorante artificial fue el ácido pícrico, que se preparaba haciendo hervir índigo en ácido nítrico, el cual, si bien fue descubierto por Woulfe en 1771, no fue hasta 1850 que sirvió por primera vez en la tintura de la seda y de la lana, dando un color amarillo. Vino después la muréxida, preparada por Schlumberger en 1853, que se obtenía calentando el ácido úrico y que daba un color rojo sobre lana y seda y hasta sobre algodón. Mas el impulso mayor que debía recibir el arte de la tintorería fue cuando se inició la época de la creación de los colorantes artificiales derivados del alquitrán, que tuvo comienzo con la malveína, descubierta en 1856, por Perkin.
Hasta entonces la tintorería, que puede decirse no había empleado más que colorantes naturales, se transformó en un grande y racional arte, que tiene principal basamento, firme y científico, en la química orgánica y sintética, a la cual debe, en primer término, el grandioso desarrollo que actualmente ha alcanzado, haciendo figurar la fabricación de colorantes artificiales entre las industrias químicas más importantes, y a la tintorería en el rango de un arte perfecto, emancipado completamente de la rutina y el empirismo, nutriéndose continuamente con nuevos recursos de los laboratorios químicos y de los talleres de construcciones mecánicas, proporcionando aquéllos innumerables colorantes que sin cesar descubren, y procedimientos más fáciles y exactos que sin parar inventan, y éstos suministrando diariamente nuevas e ingeniosas máquinas, que facilitan cada vez más el trabajo, haciéndolo más cómodo, perfecto y económico.

Como ya se ha indicado, en 1856, Perkin, partiendo del principio de la coloración de la anilina con dicromato potásico, encontró una hermosa materia colorante artificial violeta, a la que llamó malveína, la cual fue el primer colorante de la serie, tan numerosa hoy de las materias colorantes artificiales derivadas del alquitrán e hizo abandonar prontamente las violetas con campeche y orchilla sobre lana y seda.

En 1858, Verguin observó que la anilina calentada con bicloruro de estaño producía un hermoso rojo, al cual dio nombre de fucsina.

En 1860 el inglés Medlock encontró un procedimiento mejor para fabricar la fucsina por la acción del ácido arsénico sobre la anilina, al mismo tiempo que los franceses Girard y Saise, por el mismo procedimiento del ácido arsénico, lograban la fucsina cristalizada.

En 1861, Lepetit observó que fundiendo la fucsina con anilina pura y adicionando acetato sódico a la masa en fusión se obtenía un colorante que se disolvía en alcohol con magnífico matiz azul celeste y daba sobre seda un azul verdoso como no se había visto nunca, al cual le dio el nombre de azul de luz, porque conservaba el matiz vivo bajo la ación de la luz artificial.

A fines de 1862 había dos fábricas de materias colorantes en Inglaterra, dos en Francia y dos en Suiza. Las primeras fábricas alemanas se establecieron en 1863. Todas ellas se habían procurado los servicios de una grupo de
químicos jóvenes que, por haber hecho cuidadosos estudios en las universidades, conocían a fondo las teorías químicas modernas y en la naciente industria buscaban todos con febril actividad realizar los espléndidos beneficios que se hablaba en el mundo químico. Favorecidos, además, por una serie compleja de circunstancias, los alemanes se colocaron pronto a la cabeza del movimiento de esta encarnizada caza de nuevas materias colorantes.

Para dar idea del continuo progreso de los colorantes artificiales, diremos que desde 1862 hasta fines del primer cuarto de siglo presente se llevan descubiertos más de 1200 colorantes distintos.

El negro de anilina, hallado por Lightfoot, en 1863, oxidando las sales de ésta y los negros sulfurosos; negro Vidal (1893) y el negro sulfuroso de la Agfa (1897), hicieron una competencia despiadada al campeche. Al realizar Graebe y Liebermann, en 1868, la síntesis de la alizarina, partiendo del antraceno, terminaron con el cultivo de la rubia y con su transformación en granza; el índigo sintético, creado en 1890 por Heumann, Biedermann y Lepetit, hizo retroceder al añil natural. Los colorantes ácidos, cuyos primeros representantes los constituyeron el azul sólido y el pardo fenileno, descubiertos por Caro y Martins, respectivamente, en 1864; los colorantes sustantivos a cuyo grupo dio principio el rojo Congo establecido por Boettiger en 1884; la benzopurpurina (Duesberg 1885); la tartracina (Ziegler, 1885); la rodamina (Ceresole, 1887); la gama de colorantes de alizarina (Behn y Schmidt, 1888); entre otros muchos, fueron poderosos competidores de los demás colorantes naturales. En los últimos decenios han aparecido con preferencia colorantes artificiales sólidos, los cuales, comparados con los poco resistentes de la primera época, representan un progreso tan notable, que bien puede decirse hoy que los colorantes naturales no son más que un recuerdo del pasado.

Orígenes de la Tintorería en Catalunya

En la antigua ordenación gremial catalana, los tintoreros, constituían dos corporaciones: “els Tintorers de draps o de llana”, cuya agrupación data del siglo XII, y “els Tintorers de seda i teles”, de formación más tardía en el siglo XVII.
“Els Tintorers de draps”, teñían los tejidos de lana, llamados tradicionalmente “draps”. En el conjunto de los oficios de la lana, los tintoreros, gracias a sus conocimientos técnicos, muy especializados y esenciales para la fabricación del tejido, gozaron de una independencia económica, y de una consideración social muy superior a la de los tejedores, y eran de hecho el segundo gremio de la “draperia”.
La importancia de la técnica del tinte, dio lugar a la promulgación de numerosas disposiciones y medidas de control. “El Gremi de Tintorers de Barcelona” se formó durante el siglo XIII, y alcanzó una verdadera personalidad corporativa al final del siglo XIV mediante el “privilegio de Joan I “ y durante el siglo XV con la creación de la cofradía de San Juan Bautista y San Mauricio. En 1497 se estableció el examen de maestría. Durante el siglo XVI se dictaron al menos doce ordenaciones sobre el tinte de los tejidos de lana, las disposiciones de Ferran II en 1510, y de Felipe III de Castilla en 1599. En los siglos XVII y XVIII, aumentaron las disposiciones municipales y reales. En Valencia, la corporación de Tintoreros, se perfila al final del siglo XIV, como cofradía de San Maur y se diversifica posteriormente en las de “tints majors i tints xics”.
En el año 1731, “el tintorers de llana” se unieron a los “tintorers de seda”, y constituyeron una corporación más prestigiosa y rica.
Otros Gremios de “tintorers de llana” en los “Paisos Catalans”, fueron los de Perpinyà siglo XIV, Mallorca 1691, Manresa 1592 y PollenÇa 1597.
Durante el siglo XVIII, el estado Español dictó varias ordenaciones generales para la industria del tinte, como las publicadas en el año 1757.
Joan Pau Canals en el año 1764, fue nombrado inspector general del tinte.
“Els tintorers de draps”, tuvieron una gran importancia en la industria tradicional, pero su incidencia fue menor en la nueva industria algodonera del siglo XVIII.
“El tintorer de seda”, daba tinte a los tejidos de seda y también a las telas de hilo y algodón. Su formación gremial, vinculada al desarrollo de la industria de la seda, se encuadra en el primer cuarto del siglo XVII.
En 1629-1624 se estableció el Gremi en Barcelona, y se rigieron por sucesivas ordenaciones de 1669 y 1739.
Otros gremios de “tintorers de seda”, se formaron en Reus (1777), y Manresa
(1767).Los “tintorers de seda”, tuvieron su mejor momento corporativo en el siglo XVIII. Durante la época de la Ilustración destacaron respectivamente en Valencia y Barcelona “els tintorers de seda” Luis Fernández, toledano al servicio de los cinco gremios mayores de Madrid, y Josep Vinyes, ambos colaboradores de Joan Pau Canals.